El proceso cultural venezolano, y específicamente el guayanés, muy permeable a la alienación, y que en cierta forma permite, gracias a nuestra mezcla racial furibunda, la entrada y salida de diversas formas de la cultura, que en muchos casos no es tan siquiera cercana a nuestras latitudes, es un signo – o EL signo - macabro de nuestro sol de San Félix. El poder del guayanés se limita al sello superficial de un logo – probablemente hecho en otro país – con el cual una insignia chapea el entorno con derredores sonantes y vistosos, propios de una sociedad capitalista endeudada pero feliz. Pero ya me estoy saliendo del tema. La alienación cultural de Guayana – nuestra isla colonia mal postín de la república (no confundir mis palabras con algún dejo separatista) – viene, como bien sabe Euclides, desde la época de nuestro insigne Manuel Carlos Piar, y la batalla famosa que le permitiera a nuestro país alcanzar la independencia, gracias a los recursos bien habidos de esta bendita tierra. Como