Las voces, tratadas con desatino, pocas veces han sido dispuestas a la malformación de expectativas, como el que dijera que esta es la mejor película de la historia del cine venezolano, como la libertad de quienes la ostentaron para quitarle la libertad a otros, como lo hizo Luis Alberto Lamata en este intento por encumbrar el relato de uno de los personajes más funestos de la historia venezolana, y que al mismo tiempo, tal y como lo reflejara el mismo protagonista, Juvel Vielma, fuera una cumbre puesta en la ficción. José Tomás Boves es fascinante, desde cualquier punto donde se mire, y su historia, esa que narró con virtuosismo Francisco Herrera Luque en su novela “Boves, el Urogallo”, es una oda a la más honda raíz de lo que somos como venezolanos. Este libro reposa benigno en el rincón de la colección que formo con reverencia de este autor en mi humilde biblioteca, y pocas veces he recibido de una lectura tal excitación. Los elementos visuales y dramáticos plasmados en esas páginas