Una niña con ojos tiernos se debate entre la duda y la esperanza. Su madre, avezada probablemente en los métodos clásicos de crianza donde las historias crean vínculos cercanos entre la fantasía y la realidad, establece un acuerdo ya tácito como las circunstancias con la bioanalista, donde en una esquina departen en una conversación sumamente corta, tan corta que la niña apenas se da cuenta de lo que sucede. La expectativa es que se quede quieta, el pinchazo no duele. A lo largo de nuestras vidas las experiencias cercanas a la mentira nos encuentran descuidados en cada esquina. El proceso de crecimiento en un país como este, tan alejado de la verdad como las estrellas, por demás incierto, sin que la redundancia sea disculpa, está para nada distanciado de los principios que se nos muestra en las películas que hemos visto desde niños. La ironía con que Bart Simpson remeda al famoso ratón de la “perversa corporación” Disney es tan sólo un bocado. Disney , entre todo el mundo de fantas