Lo hicieron por última vez sin ganas. Él, motivado por una necesidad interior recordaría los viejos tiempos reviviendo a un viejo amigo. Ella, destapada en su característica estimulación del trabajo sacrificado, comedido y bien pagado, había intercambiado la falda por los pantalones por lo que inequívocamente se sentiría más. El proceso de adulación comenzaría a eso de las siete de la mañana, en medio del marco de la puerta, con interiores de dos días, comida entre los dientes y una incontrolable picazón en la entrepierna. Ella vería de reojo la intención de él, quien sin ocultar que su maliciosa intención le haría una seña que la conduciría inevitablemente a la habitación. El cuarto de ambos era de un gusto sutil al de un acomodado matrimonio de clase media. El contorno de colores pastel, una cama enorme envuelta cuidadosamente en un edredón hecho cuadros alternados entre azul y verde en distintos tonos, una luz fluorescente cuyo brillo a veces se debilitaba en las noches cuando el ho