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EN DIOS CONFÍO

Ese incómodo sabor ferroso en la boca. La lengua seca. Tragar grueso. La sed. La puta sed. Esa sed pétrea, la que deja costras blancuzcas en los labios. Los ojos que al tratar de abrirlos dejan entrar las gotas de sudor. El ardor de la sal. El rascarme. La grasa superficial de la piel que pica adentro. Una mentaita e madre. La extensión del brazo. Empieza la conciencia a tomar forma en el espacio. Las piernas recogidas. Un dolor intenso en el coxis. El brazo solo se extiende completo hacia arriba. Estoy rodeado de plástico y a pesar de lograr abrir los ojos lo único que se asoma es un reflejo borroso y medio fantasmal de una luz como de luna. Había un azul en el aire. Un cuadrado, un hueco, tal vez calculando la extensión de mi brazo de unos setenta y cinco centímetros. Una vaina chiquita, incómoda. Cuando intento incorporarme entiendo, por lo tullido de los músculos, que la cosa tardará un rato. El plástico que me rodea rechina en los pequeños claros de mi piel donde el sudor no lu
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LA ESTRUCTURA DE LOS DOBLES

Si todo tiene un revés yo me pregunto ¿Cuál es el mío? En qué fecha impensable he de matar un pájaro he de pisar una flor Qué día imponderable ese revés se adueñará de mí del amor que me hará abjurar ¿Se podrá volver a ser al dejar de ser uno? (Revés, Earle Herrera) Yo nunca entendí las dimensiones del juicio. La mesas y las sillas, ok, no estaba demás armar el parapeto para que la cosa saliera en televisión de una manera medianamente decente, pero el trasfondo del juicio, lo sumarial, rápido y antojoso. Había leído en alguna oportunidad aquello del fantasma del fascismo en la sociedad moderna. Algún profesor de la uni había descrito tal movimiento visceral de la humanidad como un monstruo agazapado. Irreal e ingenuo pensar que desaparezca, dijo. Al igual que ahora, entre manteles blancos y centros de mesa, y adornos de vidrio delgado y chimbo, entre pasos y sudores de tanto ir y venir y bajar de los camiones los elementos definidos de la puesta en es

EL SILENCIO DE LAS RAMAS

Año 2034 ¿Ya volteaste a la ventana? ¿Te llama el viento, la lluvia gorda, el espeluznante sonido de las loras detrás de la pared escalonada de tú laboratorio improvisado? ¿Es el barranco de rocas bañadas en vapor lo que nace a metros de diferencia del amanecer dándote el aviso? Era ya el colmo del descuido, en tus invenciones cotidianas, hallar la manera de cambiar el mundo. ¿Preocupado por el mundo o por el periódico que no sabes si comprar por no tener la más mínima idea de qué día es? La maquinaria y el sonido disimulado del experimento. Tevines (marca registrada por la Corporación Hipermedia C.A.) listos, conectados a un sinfín de dispositivos inalámbricos pues la era del cobre a expensas del planeta fue convirtiéndose en una conducta moderada de utilización de recursos (aplica a todos los demás). Te tiembla el pulso, no por el café o el momentáneo nerviosismo, cosa genial que te derrumba al suelo del hombre que eres y que ahora piensas convertir en los anales de la historia hue

GUAYANA HIPÓCRITA

  A propósito de una protesta de los trabajadores del diario Nueva Prensa de Guayana, me atreví a preguntar a los presentes si los periodistas estaban conscientes de que “son obreros”. Ante las respuestas no quise detenerme, pues el tiempo corría, y somos muchos sus esclavos. Pero la pregunta la solté a ver, si entre tanto trajín alguien agarraba el hilo. Pero no ocurrió así. Siempre he pensado en eso: en la condición OBRERA del periodista, así, comunista y todo. En nuestro país, y más aún en nuestro estado, las empresas comunicacionales avivan aquello que es lo que más ganancia les puede dar: la falta de conciencia de clase de un gremio etéreo, aunque esencial para la sociedad. Desde nuestras escuelas de comunicación se nos enseña el culto al título, a esa personalidad de pergamino impreso que dice lo que somos sin indagar más allá. Dentro de esa visión un tanto chocante y mucho de elitista, se mueven todos unos profesionales que como cachicamos hemos hecho un paraíso de

Reflexiones literarias, sociales y políticas de William Ospina

Llega a Guayana como invitado especial del 9no Festival Mundial de Poesía Reflexiones literarias, sociales y políticas de William Ospina (J. Gregorio Maita) A William Ospina lo mueven cierto tipo de paisajes, colores, olores y gentes. Desde ese fastuoso 2009, cuando ganara uno de los más prestigiosos premios de las letras hispanoamericanas, el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, y a través de El País de la Canela nos transportara al viaje inclemente de la barbarie colonizadora en busca de tesoros utilizando por mapa leyendas, recorriendo los profundos rincones del continente. No estaría de más decir lo irónico de su visita a Guayana, regida por el Orinoco, hijo mayor del Amazonas, por el cual buena historia de encuentros, gestas y sangre aborigen corriera en sus tiempos, desde que Diego de Ordaz usara la masacre como principal herramienta diplomática, hasta estos contemporáneos horizontes donde la moderna industria lucha con la humanización de una ciudad que

4

¿Has ocultado la sombra detrás de la pose del soldado? Parado allí, sucinto, calmada la conciencia, grave en la expresión, firme en el porvenir de su futuro inmediato. Él fue un niño de diez años, cuando todos lo fuimos. Frente al pizarrón amortizaba el miedo a los números, cuando nosotros huíamos de las matemáticas apilados detrás de una montaña de pupitres. Con la tiza en mano, arma blanca, polvo comprimido en cilindros con punta cónica, todavía a cuestas el sueño de pararse temprano, escribía un 4. La forma espacial del tal y como la había practicado durante tanto tiempo. Una raya de arriba hacia abajo y ligeramente inclinada a la derecha, otra perpendicular que apenas tocada el nodo inferior de la anterior, y ésta cruzada por otra más grande, del doble de la longitud de la primera en inequívoca verticalidad. Un 4. Un número 4 legible, entendible, sumable, restable, multiplicable y dividible. Un 4 que en nada se parecía a los otros números. Un 4 normal, común y corriente, que abst